miércoles, 21 de abril de 2010

La figura del Curador de Arte


30.01.09 La Nación - Alicia de Arteaga -

Poco a poco la figura del curador ha conquistado más y más espacio en el sistema del arte hasta alcanzar un protagonismo que compite directamente con el del artista y excede en la mayoría de los casos el del crítico de arte. En los últimos días, por lo menos dos veces el curador fue noticia; primero, al confirmarse la designación de Adriana Rosenberg (Fundación Proa), que será responsable del envío argentino a la 51a. Bienal de Venecia, y, segundo, con el lanzamiento de la carrera de curador de arte, incluida en el currículum del Philadelphia College, con base en Buenos Aires. Este desembarco prueba que la tendencia llegó a la educación formal.

Pero, ¿cuál es exactamente la función del "curador"? La palabra -del inglés "curator"- designaba originalmente a la persona encargada de custodiar –"to keep"- una colección. Era una suerte de guardián, concentrado en la conservación y restauración de las obras a su cargo.

Mientras la misión se mantuvo en el ámbito museístico, con funciones acotadas a la colección permanente, el curador no pasó de ser una figura de perfil bajo; un investigador o un estudioso, ajeno a cualquier tipo de protagonismo mediático. Esto cambió radicalmente cuando los curadores ingresaron en un nuevo y marketinero circuito: el de las exposiciones temporarias.

Entonces, la gravitación se volvió enorme en el ambiente del arte, pero también –efecto no deseado– en el mercado. Esta figura tenía en sus manos el poder legitimador, función que tradicionalmente había ejercido la crítica. El curador podía imponer obras, nombres y técnicas, elegir un cuadro de tal museo o de tal colección privada; dar forma al catálogo; dialogar y negociar con los sponsors, etcétera.

Mark Rosenthal, que fue curador de arte contemporáneo del Guggenheim de Nueva York, vino a Buenos Aires años atrás para dictar el primer seminario de curaduría de arte, organizado por el Fondo de las Artes y la Fundación Proa. Entre nosotros, ése fue un punto de inflexión y un semillero. Rosenthal tenía claro que en el campo del arte contemporáneo, el curador era un formador de gusto (taste-maker) y alguien capaz de escribir la historia del arte.

La transformación que sacó de la horma "museística" al curador llegó en los años ochenta con las muestras "curadas" con un guión. No se trataba sólo de mostrar algo sino de demostrar. Por ejemplo, ayer cerró en París (Grand Palais) una exposición dedicada a la obra tardía de Turner, Monet y Whistler, la propuesta curatorial era demostrar que existieron puntos de contacto entre estos tres artistas en el manejo de la luz, en el registro del paisaje y en la manera como se aproximaron a la abstracción a través del color. En Buenos Aires, la curadora Adriana Lauría prepara para el Malba una muestra-homenaje a Berni, en el centenario de su nacimiento, en la que busca establecer correspondencias entre la obra del autor de Juanito Laguna y las de otros artistas. Al dejar que las obras dialoguen entre sí, el espectador puede sacar sus propias conclusiones sobre una "nueva" obra que es la selección en sí misma. En este sentido, el crítico Jorge López Anaya estima que la primera pista de la curaduría, tal como se entiende hoy, la dio el suizo Harald Szeemann al abrir, en 1969, la muestra "Cuando las actitudes devienen formas", con la intención de probar una tesis y no de seguir equis cronología.

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